Esa presión que sientes cuando el mundo espera más de lo que tú esperas de él. La presión que ejerce esa maldita sociedad hambrienta de humillar, maltratar, hacer sentir su poder, su valor, sus temores. En esa sociedad van incluidos todos, niños, jóvenes, adultos mayores, mujeres, hombres, padres y madres.

Todos esperan algo de el otro, un resultado para cumplir con este sistema tan viciado y lleno de huecos donde solo existe un laberinto enorme, cada vez más difícil a cada segundo.

Este sistema que desde el inicio de la historia humana se empezó a formar y a la vez a deformar en lo que ahora es, sigue siendo y seguirá. Este sistema que no te atrapa, porque desde cualquier perspectiva, ya estas en él. Nadie, aunque muchos crean eso, controlan este sistema, todos y nadie a la vez lo controlamos, lo deformamos en eso que nos engulle como una serpiente a su presa, aun viva pero indefensa al fin.

Se espera tanto del hijo, del padre, de la madre, del hermano, del abuelo, del vecino, del maestro, del asistente, del empleado, del empleador, del jefe, del rico, del pobre, del de en medio, del de otro color, de otro genero, de otra preferencia, del extranjero, del paisano, del amigo, del enemigo, del familiar, del perdido, del poderoso, del acompañado, del solitario. Todos sin excepción no pueden salir. Algunos se atreven a rebelarse, otros a controlarse, otros a someterse.

El trabajo soñado, el viaje anhelado, el estudio concluido, la cultura presente, la casa cómoda, la familia perfecta, pero el inconsciente perdido, dónde queda, los objetivos que este formo y que si podía llegar a lograrlos. Se desvanecen en este consciente razonamiento que nos aleja de lo que realmente nos haría felices o simplemente perder esa forma humana dentro del sistema que te subyuga hasta que mueres de cualquier forma, dejando un legado para este sistema cada vez mas sucio, mas podrido.

Ser el modelo a seguir dentro de este lugar, es dejar que ese inconsciente salvador se escapara por los huecos de ese laberinto imposible.

Posiblemente es mejor vender el alma, que perder el espíritu. Más viviendo en este lugar…

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